FIN DE LA GUERRA SIN BALAS.
La Guerra Fría terminó oficialmente en 1991 con la caída de la Unión Soviética, pero el desenlace ya venía cocinándose desde finales de los años 80. Todo empezó a tambalear cuando el Muro de Berlín, ese símbolo gigante que dividía al mundo en dos bloques, cayó en 1989. Fue como si se rompiera el muro entre dos ideologías, y con eso empezó una ola de revoluciones pacíficas en Europa del Este que acabaron con los regímenes comunistas.
Mientras tanto, en la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov intentaba evitar el colapso del sistema con dos reformas importantes: la perestroika (una reestructuración económica) y la glasnost (una apertura política). Pero en vez de arreglar las cosas, esas medidas dieron libertad para que la gente exprese su descontento, y eso solo aceleró el caos. El comunismo empezó a perder fuerza, la economía soviética seguía hundiéndose y, como si fuera poco, muchas repúblicas soviéticas comenzaron ha independizarse. En muy poco tiempo, lo que era la URSS se desarmó por completo, quedando convertida en 15 nuevos países. Rusia adoptó una economía de mercado y un sistema político más abierto, y Estados Unidos se consolidó como la única superpotencia del mundo.
La Guerra Fría terminó sin bombas nucleares ni batallas directas entre las dos potencias, pero con un cambio radical en el mapa político mundial. Fue el cierre de una etapa que definió décadas enteras de tensión, miedo y competencia global.
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